8.19.2011

¿Y si..?

Sábado, 8:12 A.M., Septiembre 2005.

¿Qué hago tan temprano con los ojos abiertos buscando figuras en el techo? Ella, por supuesto. Nunca creí que ver el reflejo de la luna sobre un lago pudiera tener tanto efecto en mí.

Nunca fui una persona rumbera, menos para eventos universitarios, nada más recordar que la noche pasada estaba con ella y por ella me hace sacar una sonrisa, de lo que una traga puede generar.

Caía la tarde, entre números y símbolos me sumergía con ella, mi fama de inteligente hizo que ella me notara por encima del grupo para aquel trabajo, sin darse cuenta que yo sólo improvisaba y sólo desarrollaba las ideas que ella proponía; ella era la inteligente por encima del grupo.

Oscureció y era la manera de parar el trabajo por hoy, sólo quedaría caminar a buscar transporte para separar nuestros caminos.

Fue ahí donde me di cuenta del frío que hacía, de la soledad que nos abrazaba a los 2 y sobre todo de la luna que se abrazaba con el lago. Al lado su tez blanca sonriéndome. Era el pico perfecto para darme que más de gustarme me encantaba ella.

¿Besarla? Por supuesto que lo deseaba, ¿posible? No lo creo… todavía.

- ¿Y si salimos a tomar algo? -

Mi corazón saltó. La luna había bajado para salir conmigo.

Tragos, palabras, motivaciones, cervezas, deseos. La noche avanzaba y todo lo que ella decía lo devoraba y lo admiraba. Nuestras mentes se desconectaron, de repente yo era el lago y ella era la luna que cada vez bajaba más, hasta unirnos.

Beso, sí, uno solo que duró hora y media.

Hora y media pasó entonces, volvimos a la realidad, la luna sólo volvería al lago si se viera desde el mismo ángulo, acción que no habría poderse repetir.

Hora y media en el que tuve la luna, la saboreé y me quedé en su lado oscuro, conociendo todo lo que muchos desean pero suertudos como yo tendríamos el placer.

Hora y media, hora y media sólo duraría de verdad en su vida.

Aquella musa de tez blanca se iría, para nunca más volver.

Ahora sólo me la imagino que viajará y sólo sabré de ella con migajas, aquella, mi musa universitaria. Aquella luna de desierto, que fue de dónde el lago se imaginó que estaría en unos años.

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