8.09.2011

¡Escribe!

¡Escribe! Tienes 15 minutos para plasmar en palabras lo que sea que esté en tu cabeza, ¿entiendes? 15 minutos, no te otorgo más.

¿Es en serio?

Por supuesto que es en serio y ya has perdido 1 minuto, tu verás cómo aprovechas los restantes 14…

Son tantas cosas que pueden pasar en 15 minutos, una vida puede cambiar infinitas veces en ese lapso; un hechizo puede ser concebido, traducido e inagurado con facilidad en ese tiempo. Se puede enamorar o desenamorar cantidades de veces, incluso he estado enamorado y desenamorado en ese espacio de tiempo.

¿Sabes qué sería lo triste de ese lapso de infinitas posibilidades? Que el último medio minuto defina que los 15 minutos terminarán en desastre.

De nada sirve el juego previo si el acto principal no cumple al menos con lo básico, ¿o no?

Pero, ¿por qué el pesimismo? Si todavía me queda la mitad del tiempo, supongo que no supe utilizar todo el tiempo que se me dio, pecar de precocidad.

¡Momento!

¡¿Qué?!

Si hay algo en narrativa que puede demostrar el cambio de 15 minutos es la muerte, siempre y cuando sea en la narrativa.

Hace poco leí que una buena muerte se basa en el castigo de una acción no necesariamente previa a la muerte, seguida de un acto de reflexión para entender al error que llevó a esa muerte. Finalmente, y lo que hace que haya valido la pena, es la oportunidad de redención al castigo de la muerte.

¡Momento! ¡No estoy impartiendo un párrafo religioso! Por eso dije que muerte en la narrativa, escoja usted, mi lector imaginario, su medio preferido.

3 minutos…

… … … A veces la mejor manera de pasar 15 minutos es detenerse y sentir el mundo seguir.

Sería melodramático ahora decir que he encontrado mi redención y terminaré este escrito en una manera feliz. No, no lo haré.

Terminaré este escrito en la mejor manera en que ese último medio minuto me podría definir… tranquilo.

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